Me encantan las áreas de llegadas de los aeropuertos. Es llegar al destino, haber tenido un viaje seguro, pero también es ver caritas expectantes, sonrientes, llenas de ilusión por el reencuentro con el ser querido. Y es ver abrazos, muchos abrazos y a la vez sentir muchas ganas de abrazar y… de recibir un abrazo.
¿Por qué son tan buenos los abrazos?
Desde que nacemos una de nuestras necesidades básicas junto con la nutritiva es la del contacto, que viene a través de los padres, del “piel con piel”, de las caricias, de sentirnos acunados y arropados en sus brazos.
Salva una neurona. Da un abrazo.
Según la neurociencia, el abrazo activa la secreción de oxitocina en nuestro cerebro, la que luego, actuando como neurotransmisora, es liberada en nuestro organismo. La oxitocina es conocida en relación a el momento del parto, el vínculo materno y parento-filial así como del apego.
La oxitocina es también llamada “hormona del abrazo” por este motivo y, aparte de las ya mencionadas, cumple numerosas funciones: interviene en el desarrollo cerebral, nos ayuda a mostrar afecto, a ser más empáticos, a potenciar conductas más compasivas y de confianza hacia nosotros mismos y los demás, incentivando relaciones sociales más sanas. Además de la oxitocina, cuando abrazamos, liberamos otras hormonas como la dopamina y la serotonina que nos proporcionan placer y una sensación de bienestar y armonía. Abrazar, en definitiva nos hace más felices. Y lo mejor de todo es que es una felicidad compartida.
“Abrazar es la forma más real de dar y recibir”
– Carol CC Miller.
El abrazo es, siempre que sea consensuado, un intercambio entre dos personas, da igual quien sea el iniciador o el receptor, en este caso, como en las matemáticas, se aplica la propiedad conmutativa “el orden de los factores no altera el producto”, las dos partes se beneficiarán de su poder, es el momento en el que las neuronas espejo se ponen en funcionamiento. Las neuronas espejo fueron descubiertas hace relativamente poco, en 1996, se trata las células nerviosas responsables de la imitación, y de, por ejemplo, las ganas de bostezar que, de repente tenemos cuando vemos a alguien hacerlo. Estas neuronas se activan cuando vemos a sentir una determinada emoción, lo que influye en nuestra capacidad de experimentar empatía y en el desarrollo de nuestras habilidades sociales. Abrazar nos conecta con los demás, también interiormente.
Los abrazos son gratis
El movimiento internacional “Free hugs” (abrazos gratis en su traducción al castellano) fue fundado por el ciudadano australiano conocido bajo el seudónimo de Juan Mann (juego de palabras de “one man” “un hombre” en su traducción al castellano). En un momento en el que estaba pasando una mala racha en su vida fue a una fiesta, donde una desconocida le dió un abrazo y, como el mismo describiría más tarde: “Me sentí como un rey, fue mejor que me ha pasado nunca”. Después hizo un cartel en el que se leía “free hugs” y se fue al centro de Sydney a repartir abrazos, después, las redes sociales ayudaron a viralizar este hecho convirtiéndolo en un fenómeno mundial. Es increíble pensar que todo esto comenzó con solo un abrazo, que actuó como reacción en cadena, como un contagio de optimismo.
Practicar sin moderación
El abrazo reduce los niveles de cortisol (la hormona responsable del estrés), de nuestro organismo lo cual nos ayuda a reducir la ansiedad, nos relaja, alivia el dolor de cabeza, disminuye el insomnio, etc. Su impacto, por lo tanto, es altamente beneficioso para nuestra salud mental. No es de extrañar que la comunidad médica cada vez esté prestando más atención a este simple y saludable gesto y sea recomendado con fines terapéuticos, incluso definiendo el número de abrazos mínimo que necesitamos para ser felices. Algunos hablan de ocho, otros de cuatro. Según la psicoterapeuta familiar Virginia Satir afirmó: “Necesitamos 4 abrazos al día para sobrevivir, 8 abrazos para mantenernos y 12 abrazos para crecer”.
Os invito a predicar y practicar el abrazo, sin moderación, por vosotros mismos y por aquellos que os rodean, como acto de generosidad y altruismo, para repartir felicidad, para contribuir a una sociedad más feliz.
Y a ti ¿a quién te gusta abrazar?
¿Cuántos abrazos has dado hoy?